higiénico por todo el departamento como un camposanto luego de
una apocalíptica batalla viral. Dolor de cabeza de pesadilla, ojos inyectados
en sangre y sudor a chorros por todos los poros
del cuerpo. Entiendo porque Bedrich Smetana se volvió loco en
esta ciudad luego de gripes y resfríos sin curar que finalmente lo dejaron
sordo. Pero son felizmente otros tiempos, la medicina ha evolucionado y
la atención medica es
además un derecho al alcance de todos. Por lo menos así
lo creía.
El tiempo
Me
voy al "akut" para pedir ayuda a un medico. Luego de una larga
espera en el salón y el obligatorio pago de cien coronas paso al consultorio
mientras todavía toso y me limpio las narices. La doctora que me atiende
me pregunta que es lo que tengo y le digo: síntomas. Luego de un
examen de tres segundos, uno en la espalda, otro en el corazón y el último en
la garganta, me dice que tengo un
simple, vulgar, ordinario resfrío pues
todo se ve bien. Luego se levanta como un Coloso
de Rodas frente a mi con los brazos cruzados y me pregunta a
bocajarro que es lo que realmente quiero, ¿quizás un certificado medico
para quedarme en casa unos días mas y no asistir al trabajo?
No entiendo nada pues me encuentro de pronto en una comisaría policial y no en un centro médico. Soy el criminal que he llegado hasta allí solo para mentirle en la cara a la galena.
- Lo único que quiero es estar en buenas condiciones para trabajar mañana, así de simple, le digo.
No entiendo nada pues me encuentro de pronto en una comisaría policial y no en un centro médico. Soy el criminal que he llegado hasta allí solo para mentirle en la cara a la galena.
- Lo único que quiero es estar en buenas condiciones para trabajar mañana, así de simple, le digo.
Con andariveles. Hacia donde?
Finalmente
me dice que lo único que puede hacer es recetar, si así lo deseo, un jarabe de
mierda para la tos y punto, y que soy bienvenido de todo corazón la próxima
vez, entendiéndose por ello solamente cuando llegue arrastrándome y no de
dos pies. - No gracias, ni muerto le
digo en mi idioma mientras salgo apresurado de allá y el reloj marca once
segundos después de mi entrada al cubículo.
Nada
raro que la medicina alternativa y la indolencia en este país, por no llegar a
palabras mayores, son industrias en constante crecimiento.
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