miércoles, 4 de marzo de 2015

Triunfo de la muerte


 Cinco días y seis noches de pestilencia. De  tos maldita que flagela la laringe, de flema que se mete como un turbión de lodo  y piedras a los oídos. De rollos y rollos de papel
higiénico por todo el departamento como un camposanto luego de una apocalíptica batalla viral. Dolor de cabeza de pesadilla, ojos inyectados en sangre y sudor a chorros por todos los poros  del cuerpo. Entiendo porque Bedrich Smetana se volvió loco en esta ciudad luego de gripes y resfríos sin curar que finalmente lo dejaron sordo. Pero son felizmente otros tiempos, la medicina ha evolucionado  y la atención medica es
además un derecho al alcance de todos. Por lo menos así lo creía.
El tiempo

Me voy  al "akut" para pedir ayuda a un medico. Luego de una larga espera en el salón y el obligatorio pago de cien coronas paso al consultorio mientras  todavía toso y me limpio las narices. La doctora que me atiende me pregunta que es lo que tengo y le digo:  síntomas. Luego de un examen de tres segundos, uno en la espalda, otro en el corazón y el último en la garganta,  me dice que tengo un simple, vulgar, ordinario  resfrío pues todo se ve bien. Luego se levanta como un Coloso de Rodas frente a mi con los brazos  cruzados y me pregunta a bocajarro  que es lo que realmente quiero, ¿quizás un certificado medico para quedarme en casa unos días mas y no asistir al trabajo?

No entiendo nada pues me encuentro de pronto en una comisaría policial y no en un centro médico. Soy el criminal que he llegado hasta allí solo para mentirle en la cara a la galena.
 - Lo único que quiero es estar en buenas condiciones para trabajar mañana, así de simple, le digo. 

Con andariveles. Hacia donde?

Finalmente me dice que lo único que puede hacer es recetar, si así lo deseo, un jarabe de mierda para la tos y punto,  y que soy bienvenido de todo corazón la próxima vez,  entendiéndose por ello solamente cuando llegue arrastrándome y no de dos pies.  - No gracias, ni muerto le digo en mi idioma mientras salgo apresurado de allá y el reloj marca once segundos después de mi entrada al cubículo.
Nada raro que la medicina alternativa y la indolencia en este país, por no llegar a palabras mayores,  son industrias en constante crecimiento.



©Yarko Rhea Salazar, febrero 2015


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