sábado, 14 de noviembre de 2015

En temple diablo/ De Coco Manto/

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En temple diablo

Esto ocurrió en mi pueblo el 23 de septiembre de 1965, hace 50 años.  Es un cuentestimonio escrito para el libro “Te voy a contar un pueblo”  que aún no publico.  Episodio épico que encumbra el temple de las familias mineras de Llallagua y Siglo XX en los infames tiempos del fascismo militar  en esa república injusta, cobarde y represiva.
Corre la voz entre la parpadeante  luz del alba. Dice que los van a sacar  del distrito no se sabe adónde. Dice que están amontonados en Siglo XX. Pasa la voz.  Hacia la Plaza del Minero corre la gente con cautela porque hay toque de queda hasta las 6 am. Van saltando sobre cadáveres tirados en las calles por las masacres de ayer y antier.  Dice que hay más de 40 muertos. En el hospital de Catavi fueron internadas después unas 35 personas heridas de bala.
Las tropas han honrado las armas de la república en lucha contra la clase minera. Y han impedido que inicie la primavera al atacar  a los chicos del colegio 1º de Mayo de Llallagua que alistaban la fiesta.  Un  avión de la FAB tiró bombas en Catavi y los campamentos 1 y 3 de Siglo XX.  Por eso, en vez de a flores y brisa nueva el aire huele a pólvora y  mierda.
Como puede llega la gente al pampón donde están los presos rodeados en anillo por los rángers. Son como 25 los cautivos,  tildados de extremistas por oponerse a la desnacionalización de las minas y los van a llevar a La Paz y de allí al destierro en el norte argentino. Sergio Almaraz llamó “el sistema de mayo” a ese plan urdido por  el dictador Barrientos y el BID. Cuatro meses atrás, en mayo, pasó lo mismo en la Pampa Hilbo de Oruro con proletarios de Colquiri.
Los detenidos se procuran calor soplándose las manos y tirando pataditas al aire. Muchos están tose y tose, con expectoraciones que rayan en la silicosis. Todos se reconocen y unen por los modos del sufrimiento, por la evidencia de que en las minas de Bolivia la vida se cae por la tos, que es la voz del estaño, o por el plomo que es la palabra de la república y el orden.
Ya  van a dar las 5: 30 am  cuando una mujer se atreve y grita hacia el montón de sombras. ¿Dónde pues los van a llevar, don Aldunate?  Un soldado rastrilla su metralleta, pero el capitán le hace un señal de baje el arma. Otra voz desde adentro aviva la tensión:  ¡Eso no se sabe,  doña Isabela!
Los milicos están nerviosos y su capitán cabizbajo. Llega más y más gente que se aposta detrás del cerco armado. Los presos liberan la palabra bajo su propia riesgo:  Me lo vas a mirar a mis viejitos, doña Carmen/  Diles en la sección que resistan/.  No llores, papay./  ¡Hay que seguir la huelga, compañeros.. Muera el imperialismo!   Ama huayquychu, Aurelia, cutimúsaj/  Nos han  pegado y tortutrado anoche en la granja de Catavi/  Hay más presos en la Granja de Catavi/ Cuidámelo ps a mi hijito,  hermana… Y otros encargos.
Valerio Romero Flores
Un  niño  alcanza un charango al maestro Valerio Romero y el preso lo entona de inmediato  en  temple diablo y se pone a cantar pidiendo a la gente que le haga coro:
Orgullosa linda pocoateña,
eres causa de toda mi pena,
si tey querido si tey adorado,
solamente por enamorado…
La masa corea el huayño de moda. El capitán puede ordenar silencio, pero no se atreve. Su tropa ha sido cercada por la gente y pudiera  desencadenarse  otra masacre. La soldadesca, además, no sabe cómo reaccionar ante la gente que allí resiste cantando. Con rabia, pero cantando.  Por la tarde y mañana velarán y enterrarán a sus muertos, aunque los coroneles Noya y Villalpando quieran prohíbirlo so pretexto de que el gobierno dictó estado de sitio en la provincia. Viva la huelga.
A las 6:10 llega un camión Leyland de la empresa y los soldados empujan a los presos, que suben  sin dejar de lloracantar el huayño que en su sencillez abre horizontes épicos. La libertad es como la pocoateña que se da a desear y poseer sólo por los enamorados. El charango sigue sonando y la multitud le hace coro con voz más fuerte.  Se los van a llevar a Oruro y de ahí no se sabe hasta cuándo,  doña Isabela.
Todos están cantallorando, dueños  de la primera  mañana arrancada a la primavera, cuando son testigos de algo inconcebible en Bolivia: el capitán y algunos soldados también están llorando.

Federico Escobar, Irineo Pimentel y Valerio Romero Flores

Fuente: Mantología/ Coco Manto / Jorge Mansilla Torres