lunes, 16 de febrero de 2015

Tomasa, La novela del exilio

  
"Tomasa": La novela del exilio.

Comenzar con esta entrevista tiene sus connotaciones. Es como conversar, muchas veces, consigo mismo. Vivir en el “exilio” tiene una parte anónima, pues el nombre pasa a transformarse en un “número”. Es la forma de acceder a la nueva sociedad, en este caso a la sueca.

Carlos Decker Molina nos lleva a indagar el enigma del refugiado y a través de su escritura podemos redescubrirnos. ¿Quiénes somos realidad?
Carlos, es el amigo de caminos anchos y sendas angostas de la vida. Periodista primero y escritor después,  nos presenta su último trabajo literario.

”Tomasa”, título de su novela, obtuvo un merecido tercer puesto en el Premio Internacional de literatura patrocinado por la Editorial Kipus de Cochabamba (Bolivia) el año 2014. Entre los concurrentes figuran escritores de trayectoria como el ganador, el boliviano Gonzalo Lema y el colombiano Armando Caicedo, radicado en los Estados Unidos.

Luego de felicitarlo al amigo y compatriota dialogamos con él sobre su vida y su novela.

-       Evidentemente, como dijiste, más que escritor soy periodista. Comencé en Bolivia, a los 19 años, en radio sindical ferroviaria El Cóndor de la ciudad de Oruro. Me inicié como reportero y lector de noticias. A los 21 años fui director de misma emisora y  dos años más tarde refundé radio Universidad de Oruro y fui nombrado corresponsal del diario Los Tiempos de Cochabamba.

En 1971, Decker-Molina salió al exilio como cientos de sus compatriotas. De acuerdo a su relato trabajó en la Agencia Inter Press Service (IPS) hasta que se produjo el golpe militar en Chile (1973), recalando luego en Paris, donde le encomendaron la corresponsalía de Le Monde Diplomatique en español.

Munido de esa credencial y por otros motivos retornó a América Latina, concretamente a la Argentina. Luego de una temporada breve en Buenos Aires pasó a radicar en la provincia de Salta y allí trabajó  en el Diario Intransigente y en El Tribuno.
En Le Monde Diplomatique español,  se publicaron un par de textos entre ellos una entrevista con José Fellman Velarde, ex canciller boliviano, que comentó el “abrazo de Charaña” entre los dictadores Banzer y Pinochet, que pretendía resolver el problema marítimo de Bolivia.

Ya en Suecia, donde llegó a finales de 1976, trabajó en Radio Suecia Internacional desde 1978 hasta 2004. Decker-Molina se jubiló en el cargo de Jefe de Redacción de la Unidad de lenguas extranjeras de Radio Suecia Internacional. 

Relató que, alternativamente, trabajó de corresponsal de varios diarios, entre ellos Página 12 de la Argentina, el semanario Brecha de Montevideo y El Día de México.
En la actualidad es colaborador de varias publicaciones entre otras Página Siete de La Paz, Los Tiempos de Cochabamba y La Patria de Oruro.

“Para mí, el periodismo, es un modo de vida”, me dijo en esta amena charla telefónica a tiempo que me recodaba que tiene cuatro libros publicados, pero insistió cuando lo califiqué de escritor: “¿Escritor? No sé, lo que sí sé es que soy periodista”.
Insistí en el sustantivo escritor porque estoy enterado de sus libros Nicaragua; Poder Popular, un libro de entrevistas y reportajes a los líderes políticos de Nicaragua a propósito de la primera elección democrática que se celebró en ese país centroamericano.

Su segundo libro es una larga crónica que se podría calificar de ensayo periodístico a propósito de la desaparición del muro de Berlín y las consecuencias políticas e ideológicas. Me recordó el título de ese su trabajo es La Historia se Escribe Ayer, tiene mucho de crítica y quizá de auto críticas a la “traslación mecánica del modelo soviético” y sus modificaciones posteriores en América latina. De alguna manera el libro de Carlos avizora la llegada triunfal del neoliberalismo.

El exilio nuestro de cada día, es el tercer libro del periodista/escritor que fue editado por Los Amigos del Libro, una de la editoriales más importante de Bolivia.

Son pequeñas historias que cuenta el exilio latinoamericano, que llega, no sólo a Suecia, sino, a todas partes del mundo, nos dice y agrega: “Son anécdotas, historias, leyendas y patrañas que retratan al exilio, no con tonos trágicos sino, más bien con humor”, tiene le humor propio del derrotado.

El penúltimo, antes de Tomasa,  es Sobrevivientes. Requiem para el Siglo XX,  “un texto, que de alguna manera es mí despedida de Radio Internacional Suecia” nos dice y continua: “Es un agradecimiento a todos los colegas que me enseñaron mucho de sus culturas; árabes, persas, albaneses, exjugoslavos, turcos  que sin querer queriendo, me transmitieron su literaturas, su poesía, su música y su política”.

Sobrevivientes de Decker-Molina es un buen ejemplo del llamado New Journalism. Las viejas noticias, la entrevistas pasadas en el tiempo se vuelven realidad gracias a que esos hechos periodísticos se permanentizan gracias a la literatura. Algunos de esos textos están más cercanos a los cuentos en tanto que otros son relatos basados en entrevistas o cartas escritas en la emergencia de la huida.

Finalmente Tomasa es la primera novela de Carlos Decker-Molina.

El libro tiene dos planos superpuestos, el sueco y el boliviano. O tal vez mejor el plano de relator-protagonista, un periodista sueco con veleidades latinoamericanas y el plano de Gualberto el indígena boliviano que llega a Suecia a los 23 años, pero que dejó su patria y su madre Tomasa cuando solo tenía 12 años. Es su primer exilio en compañía de su padre, quien muere luego en la zafra salteña. Gualberto se enrola a la guerrilla del ERP y luego del desastre argentino llega a Suecia.
El sueco que relata la vida de Gualberto lo hace por encargo de Pia, su ex mujer a quien abandonó porque ésta se enamoró de Gualberto, el “indian”. El triángulo nos acompaña durante todos los capítulos. Pero, “hay otro plano que no lo has tocado”, me dice y el psicológico.
Es cierto, el relato está intercalado por mensajes, poemas, escritos, garabatos, dibujos y hasta una fórmula matemática que trata de descifrar el problema existencial de Gualberto.

¿Por qué llamas Tomasa a tu novela, si ella es solo una sombra en toda la historia?

-       Tomasa es el nombre de una criada que tenía mi abuela. Es un homenaje a ella. Era una niña que se crio en la casa de mis abuelos maternos. Las criadas eran un fenómeno muy frecuente en la  Bolivia de antes de la revolución de 1952. Nunca quiso que le enseñara a leer ni a escribir, a pesar de mis esfuerzos. Al final salió de la casona, bien casada con un trabajador de las minas. He perdido contacto, pero, le tengo un cariño conciencial, porque en el fondo sabía que mi familia le había mutilado la libertad. Decidí bautizar mi novela con su nombre, pero, la historia no tiene nada que ver con  ella.

En la novela que comentamos hay un capítulo cuando el relator/protagonista y el personaje principal viajan a Angered en busca de información sobre Bolivia. ¿Por qué ubicaste esa escena en mi barrio?

-       Los bolivianos tenemos mucho de gregarios y comunitarios. Nos gusta la comunidad (tal vez nuestro antecedente indígena), quizá para “estar” en el país ausente a través de la comida, la música y sobre todo el folklore. Creo que en alguna parte de la novela escribo que “la calidad de boliviano pasa por el folklore”, es decir que se es más boliviano en la medida que se baila una morenada o una diablada.
-        
Esa actitud gregaria, me dice Decker-Molina, puede ser perjudicial en el proceso integrador a la sociedad sueca y un conflicto de elección para la generación  que nace y crece en Suecia, pero que “piensa” en Bolivia.

En la novela de Decker-Molina hay un personaje entrañable llamado el Yatiri, un embaucador que lee el futuro, pero no en hojas de coca como los verdaderos adivinos del incario, sino en dólares porque se asemejan al verde de la coca.
A propósito de este personaje, podemos decir que en la obra de Decker-Molina hay roles que aparecen una vez y desaparecen, son solo hitos que muestran una determinada historia que se suma a la búsqueda de la vida de Gualberto. Ese es el caso por ejemplo de un abogado que aparece en la oscuridad de un club nocturno de Oruro y dice lo que suele caracterizar a la burguesía o el argentino de Paris que cuenta sobre la guerrilla del ERP en la Argentina. Capítulo en el que Gualberto dice: “Quiero instruirme porque nadie me puede explicar que es la plusvalía”.

Debo confesar que la novela de Decker-Molina me toca personalmente y pienso que lo mismo pasará con otros lectores, porque, tiene un fondo psicológico muy profundo, sobre todo en “los intercalados” que aparecen entre los capítulos. El autor usa incluso de la poesía pesimista, suicida, acongojada y depresiva.
“Porque el exilio es un estado psicológico” me dice y espeta: “Sufrimos Suecia en Bolivia y sufrimos Bolivia en Suecia”. Aprovecho para preguntarle si escribe poesía. Decker-Molina me recuerda y me dice el poeta es mi hermano Iván, la que aparece en Tomasa es poseía adrede para formar el cuerpo de la novela.

Tu novela está dedicada a Silvia, ¿quién es?  “Es mi madre, murió muy joven y siendo Tomasa la madre ausente de Gualberto que se vuelve una obsesión es también la metáfora de la patria ausente. Seguramente a Silvia, mi madre, le habría gustado leerla. La madre suele ser tu patria privada.

Hay muy poca literatura boliviana en Suecia, a qué se debe esa ausencia, le pregunto.
Carlos  mi mira y sostiene que Bolivia no tiene ni un Borges, ni un Garcia Márquez y tampoco un Carlos Fuentes. Pero, quizá mejor porque tanto Argentina, Colombia como México deben “matar” a sus padres literarios para no ser copias débiles.
Lo que le hace falta a Bolivia es que sus escritores eleven lo nacional a la escena global. Paz Soldán es el más conocido porque pertenece a la casa editorial Alfaguara, es profesor de literatura en una universidad estadounidense y tiene premios. Pero hay una nueva generación más atrevida, con un  lenguaje desenfadado como Rodrigo Hasbún, Giovana Rivero y Cristina Zabalaga, ésta última muy cinematográfica en sus descripciones. Otro tema son las traducciones. Una mayoría de países tiene cupos estatales para pagar, por lo menos, parte de las traducciones, algo que Bolivia carece.
No hay que perder la paciencia y la esperanza, porque Bolivia tienen excelente escritores como Ramón Rocha por ejemplo.

¿Finalmente dónde se puede comprar tu novela y, tal vez, los otros libros que has escrito?

Tomasa hay para comprar en la librería Hedengren de Estocolmo situada en Stureplan. Pienso que Hedengren puede recibir pedidos por e-mail, es cuestión de entrar en su sitio web.
La otra alternativa es ponerse en contacto con la editorial Kipus de Cochabamba, Bolivia a través de su página en internet y hacer el pedido.
Mis otros libros pienso que están agotados. Sobrevivientes hay en Hedengren, quizá uno o dos ejemplares.

Agradecía a Carlos Decker-Molina y le transmití las felicitaciones de los bolivianos de Angered por su triunfo literario.

José H. Romero J.