Locutores y radios
En el principio fue el Verbo y luego el hombre que articuló la vida en la palabra, que conjugó los tiempos y los modos de existir y morir en cuerpo y alma cuando el destino de uno es el de todos. La gente y el lenguaje, consagrados en la emisión que junta o que separa; el locutor de la memoria envuelta en buena voz y en sintonía con la verdad ofrecida al oyente que lo tiene por juez, maestro, cura o policía.
Por no decir los nombres de cien voces, gente de locución bien educada, caballeros y damas de la radio, he de mentar algunas estaciones de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Radios que fueron favoritas en el dial de las orientaciones sin el amarillismo ramplón y vanidoso que hoy hace oposición porque le ordenan.
Remembranza injusta e incompleta: en La Paz, Altiplano, Illimani, Nueva América, Méndez, Fides, La Cruz del Sur, Panamericana, El Cóndor y Progreso. Nacional y Litoral en Cochabamba. Indoamérica en Potosí, Universidad de Oruro, Grigotá en Santa Cruz, La Plata en Sucre, Pío XII de Siglo XX y otras veinte que la amable nostalgia difumina.
Se me quiebra la voz cuando menciono a las radios mineras que la cursilería llamaba alternativas. Eran auténticas, vitales y potentes con sus 300 watios de onda larga. Esas radios templaban su palabra en las vetas de estaño, plata y cobre. Sus locutores eran sostenidos con el pobre jornal de los mineros. Y los operadores de consola lograban dar sonido con los alambritos de su inventiva. La epopeya del alma sobre el cuerpo.
La Voz del Minero en Siglo XX, Nacional de Huanuni, San José de Oruro, Vanguardia de Colquiri, 21 de Diciembre de Catavi, Siete Suyos, Ánimas y Chorolque en el sur potosino, Milluni, Viloco, Santa Fe, Corocoro y Kami. Todo el odio oficial sobre esas radios, ilegales, bandidas, comunistas, por ser el eco de los proletarios.
Combatientes y altivas afrontaron las bombas, las insidias y metralla de los nacionalistas traidores; las torvas dictaduras militares y los demás cafichos del imperio. Esas radios ganaron batallas al olvido y tienen sintonía en nuestra gratitud de bolivianos. Porque al final, como fue en el principio, sobre la tierra y su ordenado caos estará el Verbo y su voz remecida con las gestas de nombres, fechas, sitios, precisión del dial y mil programas de eventos que se ligan al recuerdo, quiero decir la vida.
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